LA SERENIDAD

Ir a descargar La serenidad vendrá siempre del interior, de la aceptación propia y de la aceptación de los demás. Debemos reconocer cuáles son sus enemigos: 1º.-La “Mente-Loro”: que provoca la intranquilidad y desasosiego al plantearse metas y objetivos que siempre pasan por el cambio de los demás y del exterior que nos rodea. Que juzga y se ancla en el pasado y el futuro y nunca vive el ahora. 2º.-Inexistente “Gestión emocional»: Siempre pensamos que lo que sentimos como la tristeza, la ira, el miedo, la desidia,… nos los provocan nuestros familiares, amigos o compañeros al hacer lo que no tienen que hacer según nuestros planes y criterios preestablecidos que no cumplen nuestras instrucciones y órdenes. 3º.-El “Cuerpo-Mente”: Dejamos que pida y exija a capricho, consideramos que debe ser así y se desboca en sus necesidades de alimento, sexo, fatiga, descanso, complexión, estética, forma… Aparecen entonces una serie de actitudes que debemos observar para evitar:A.-Que solo me ocupo de mi sin prestar más atención a lo que necesiten los demás, sobre todo mi familia y discuto continuamente para defender mi “yo”.B.-Que solo pretendo en la vida ser el mejor en todo frente a los demás y no reconozco nunca mis errores.C.- Que soy un pesimista y me agobio ante las dificultades y fracasos.D.-Que no acepto a los demás y continuamente los juzgo, los critico y descalifico.E.-Que todo lo buscamos en el exterior y pretendemos que cambie, que los demás cambien. Si evitamos a los “enemigos” y las actitudes que provocan podemos a la vez comenzar un proceso, un camino para llegar a la serenidad, que nace y vive en nuestro interior, y es individual, singular, único y exclusivo. Este proceso lleva consigo la necesidad de fomentar pensamientos de paz, acogida, comprensión y caridad, para ello es necesario SONREIR, ACEPTAR a los demás como son, ser POSITIVOS, ser PROACTIVOS, ser ALEGRES y VIVIR EL AHORA. Con todo ello lograremos evitar crearnos nuestros propios estados de frustración, tristeza, desesperación, angustia, ira, desidia… Logramos con todo ello llegar a una sensación de bienestar que nos permite pensar antes de actuar, no tener miedo, no tener preocupaciones o ansiedad por el porvenir, no anclarse en una visión de un pasado mejor o asustarse ante un futuro incierto y negro. La serenidad es una virtud que nos ayuda a mejorar nuestra calidad de vida y nos permite ser sus verdaderos dueños y desde ahí poder influir sobre nuestra mente, cuerpo y emociones con el objetivo de atrapar la felicidad.

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