AÑORANZA

AÑORANZA.

Con tanto español por el mundo la morriña ha vuelto a la vida de muchos.

Añorar lo que pasó, lo que quedó atrás. Vivir de la esperanza de que resurja de nuevo requiere certeza, cierta certeza interior de que volverá a pasar.

Como un tesoro, como el anillo de poder de la película guardamos celosamente la inquietud de volver a vivir lo vivido y revivimos una y otra vez lo pasado y el encuentro futuro.

Este ejercicio mental es tan reconfortante por el hecho de que la mente no distingue pasado, presente o futuro. Para ella revivir, vivir o imaginar es casi lo mismo. Así lo avala la neurociencia.

Vivir en la añoranza es placentero en muchas ocasiones por ese sentimiento de «calorcito»|que deja y al que vuelves cada vez que añoras.

Vivir de añoranzas es vivir el presente cargado de pasado y futuro, con poco espacio para el ahora que sólo se encarga de sostener lo poco que queda del momento inundando de expectativas y recuerdos.

El mundo cristiano sabe mucho de añoranza pues espera la segunda venida del Hijo de Dios. Ser esperanzado y vivir plenamente el presente es la meta de un cristiano. Quienes lo consiguen son admirados y algunos declarados Santos.

En Desarrollo Personal la añoranza puede ser un camino de sostén de la esperanza en momentos difíciles y contractivos pero la estancia ha de ser la justa en el tiempo pues podemos pasarnos como con la sal y provocar con ello que cada día resulte insoportable de digerir. 

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