Hay quien vive de pensar y quien no le hace falta para vivir.
Pensar es automático. Por eso duele de vez en cuando, porque es imparable.
Aquietar la mente es una técnica que hay que aprender si se busca la paz y la serenidad.
Los pensamientos destrozan vidas.
La mayoría tienen pensamientos automatizados y con ellos les basta. Poco conocimiento, simple y sencillo. ¿Para qué más?
Y unos pocos cultivan el arte de pensar. Pocos.
Hay un grupo muy numeroso de pensadores instruidos y cultivados que han dejado de cultivar y viven de las cosechas de pensamientos muy antiguos.
Ten en cuenta que para vivir no te hace falta pensar mucho. Es muy atractiva esta vida. Y por eso la asume la mayoría.
También es muy cómodo vivir en la creencia de que lo aprendido hace veinte años o más es suficiente. Es muy común y práctico, incluso lucrativo.
Todos los Sabios, pocos, muy pocos, se reducen a un grupo pequeño por etapa histórica. Vivir de la Sabiduría puede resultar incómodo, poco lucrativo e incomprensible para los demás.
Tengo 58 y desde hace 13 años vivo en una constante inquietud de conocimiento de muy diversas disciplinas, Marketing, Comunicación, Gestión de Conflictos, Coaching, Inteligencia Emocional, Mindfulness, Alimentación Consciente, Derecho Tecnológico, Sostenibilidad, Ciberseguridad, Ciberdefensa, Criptoeconomia…
Lo que más me ha ayudado a despertar mi inquietud por la Sabiduría es la Palabra escrita de la experiencia mística de nuestros ancestros sobre la realidad de Dios y, muy especialmente, el trato con el Maestro de Nazaret. Dedico todos los días varias horas a la Meditación, Oración y Contemplación. Otro par de horas al estudio y seis horas al trabajo.
Mi último desarrollo viene de la mano del pensamiento cuántico basado en la intuición.
Y créeme, todas las mañanas tengo que responder una pregunta: ¿Para qué y por qué me complico la vida tanto? Y la respuesta viene cada día en formas diferentes. Hoy llegó con los trinos de los gorriones en esta mañana fría. Cerré los ojos y ellos con su canto me expresaron su saber. No entendí nada, sólo me estremecí. Respiré profundamente y terminé esta reflexión.