Siglos tardan los diamantes en crearse en lo más profundo de la naturaleza. Una vez extraídos hay que pulirlos para que den todo el brillo de que son capaces. Pero antes de brillar como una estrella deben permanecer en la más profunda oscuridad. Así también nuestros VALORES, permanecen anclados en nuestro interior desde la infancia donde comenzaron su proceso de cristalización hasta el momento en que brillan en la madurez de la vida con todo su potencial. Existen varios tipos de VALORES; valores como CRITERIOS de evaluación, como ESTÁNDAR de comportamiento personal y como PASIÓN o fuente de motivación personal. Son por tanto fuente de pensamientos, emociones y sentimientos. La Axiología es la rama de la filosofía que estudia los valores. Los valores pueden ser positivos o negativos. Objetivos o subjetivos. Fijos o dinámicos. Se pueden jerarquizar. Todo cambio en nuestra vida para pasar de un estado a otro más evolucionado requiere un fundamento en una serie de puntos clave y estos no son otros que los VALORES (axiología existencial) que se convierten en los fundamentos de la acción. Los VALORES se “internalizan” expresión de Stephen Cobey (“internalizar”) como proceso de transmisión, de educación, de entrega de una generación a otra y para ello es necesario el HABITO, que después será una COSTUMBRE y finalmente un CARÁCTER, será entonces cuando aparezca el VALOR como diamante en todo su esplendor. El proceso de “internalizar” comienza cuando somos niños y es responsabilidad de quienes nos crían y educan, si ellos hacen lo que dicen nuestra personalidad será más sólida que cuando ellos no practican lo que predican. Educamos por lo que somos no por lo que decimos. Los jóvenes aprenderán VALORES a través de la relación con otras personas, los profesores, líderes y modelos de valores. Transmiten mejor los valores quienes los encarnan, es decir quienes los poseen y a través de su actitud y conducta los ponen en práctica ante nuestros ojos. Por eso en VALORES es preferible el “Ven y verás” al “déjame que te cuente”.