MUDOS SORDOS CIEGOS

MUDOS SORDOS Y CIEGOS

Nuestra mente a la que adoramos por lista, que no por sabía, tiene la vieja costumbre de generar ceguera, sordera y hacernos mudos en muchas ocasiones en las que ni vemos, ni oímos, ni hablamos cuando habría que ver, oír y hablar. Son esas ocasiones en que te dicen: «No te enteras».

Esa capacidad del caracol, de cerrarnos en nosotros mismos es automática, un automatismo que se genera de manera inconsciente y cuyo motor o desencadenante es el miedo al dolor.

Todo cuanto pueda aparentar ser doloroso genera este automatismo de defensa de un hipotético e ilusorio dolor.

Sencillamente, expuestos a la circunstancia dolorosa, apartamos los sentidos, incluso lo decimos, «no quiero saber nada» o hacemos como decían nuestros abuelos «miramos para otro lado». Pasamos, diríamos ahora.

Luego está lo que se ha identificado como morboso, cuando nos da morbo, un retorcido placer, que se genera automáticamente y que aumenta a medida que lo dejamos y practicamos.

Sostener la mirada, la atención plena y la palabra adecuada a cada circunstancia es propio de quien de manera consciente vive, de quien tiene la compasión como bandera y enseña de vida.

Ser compasivo. La compasión hace milagros, que el ciego vea, que el sordo oiga y que el mudo hable.

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