Es un accidente. Nadie se casa para separarse.
Cuando es la primera vez careces de mapa mental y emocional sobre lo que supone y entras en territorio desconocido.
La mente se revoluciona y los sentimientos afloran. El personaje que toma el poder es el «justiciero inquisidor» a veces más inquisidor que justiciero. Comienza a analizar pasado, presente y futuro y culpa y culpable son términos, expresiones y etiquetas favoritas.
Cada separación es un mundo y la mente hace creernos que nuestro caso es muy especial y que los demás no nos entienden. Pero el juego emocional se reduce a las mismas cartas: irá, tristeza, hartazgo, sorpresa y miedo. Varía lo que la mente quiera introducir como interpretación de las muy concretas y determinadas circunstancias vividas en el pasado y en las que se presentan las más claras diferencias.
En Desarrollo Personal una herramienta muy útil es desidentificarse con lo que se piensa y se siente para poder observarlo, aceptarlo y posteriormente gestionarlo adecuadamente. Este método de observación desapegada requiere entrenamiento.
Saber soltar es el siguiente paso.
Y siempre conviene saber que para atravesar territorios mentales y emocionales totalmente nuevos es conveniente la compañía, el acompañamiento, de un experto terapeuta, son expertos guías en este tipo de territorios de los que no tememos mapas.